Sostengo
que la permanencia del usurpador en el gobierno del Paraguay se debe
a que no es posible salir del problema mediante un puente de plata.
Cuando el usurpador deje el poder, tendrá que ir a la cárcel y no
existe acuerdo alguno que se pueda hacer al respecto, si ha de
cumplirse con la Constitución. Con el usurpador tendrán que ir
también a la cárcel una multitud de políticos que lo acompañaron
en la usurpación desde el golpe de estado de marzo de 1.999. Y no
solamente les espera la cárcel, sino que diez años de inhabilitación
total para ocupar cualquier cargo público.
El
problema no termina allí; recién comienza, puesto que la usurpación
hace nulo todo acto del gobierno usurpador, per secula saeculorum,
sin posibilidad constitucional de legitimación. Se tendrá que
pisotear la Constitución en forma total, para intentar legitimar
esos actos, que incluyen todos los convenios, tratados, compromisos
de crédito y leyes dictadas desde el 1ro de julio de 1.999 hasta la
fecha en que la usurpación termine. Hasta ahora no hay un solo
jurista en el Paraguay que pueda resolver este problema.
El
futuro paraguayo previsible es pues un futuro lleno de
ilegitimidades. No se podrá retornar a la legitimidad jamás, eso
es casi seguro. No vendrá un gobierno que cumpla con la Constitución
y se viven los mismos días que se vivieron en 1.939, cuando la
Constitución de 1.870 se volvió incumplible. No se ve un solo político
capaz de hacer que todo el proceso de la usurpación quede anulado.
Tal vez, con un Congreso adecuado, se pueda anular todo y volverlo a
aprobar, con legitimidad, inmediatamente después, pero es muy difícil.
Lo que no se podrá hacer es impedir que los culpables del golpe de
estado de marzo de 1.999 y la usurpación producida el 1ro de julio
del mismo año vayan a la cárcel y sufran los diez años de
inhabilitación total. ¿Una ley de amnistía? Quizá fuera posible,
pero entonces todo el andamiaje de protección de la legitimidad de
la Constitución se vendrá abajo. La Constitución de 1.992 habrá
dejado de regir.
Dentro de lo que se ve, no existe una sola fuerza política
ni un solo líder independiente, ni organización alguna que se
encuentre estudiando el problema del retorno total a la legitimidad.
El carácter peculiar de los paraguayos hace que las cosas de fondo
ni siquiera se piensen. Lo más probable es que las cosas sigan como
están y en el 2.003 se haga la parodia de la vuelta a la
legitimidad, como si nada hubiera pasado.
Lo que ha pasado es una lección que deberá ser
aprendida si los paraguayos queremos, alguna vez, vivir dentro de un
estado de derecho inquebrable y una democracia real insustituíble.
El cambio de sistema se impone, y tendrá que venir, para poder soñar
con un futuro menos negro que el que ahora aparece en el horizonte.
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