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El futuro paraguayo

Alberto Vargas Peña (F. Libertad) 

26 de julio de 2001

 

Sostengo que la permanencia del usurpador en el gobierno del Paraguay se debe a que no es posible salir del problema mediante un puente de plata. Cuando el usurpador deje el poder, tendrá que ir a la cárcel y no existe acuerdo alguno que se pueda hacer al respecto, si ha de cumplirse con la Constitución. Con el usurpador tendrán que ir también a la cárcel una multitud de políticos que lo acompañaron en la usurpación desde el golpe de estado de marzo de 1.999. Y no solamente les espera la cárcel, sino que diez años de inhabilitación total para ocupar cualquier cargo público.

            El problema no termina allí; recién comienza, puesto que la usurpación hace nulo todo acto del gobierno usurpador, per secula saeculorum, sin posibilidad constitucional de legitimación. Se tendrá que pisotear la Constitución en forma total, para intentar legitimar esos actos, que incluyen todos los convenios, tratados, compromisos de crédito y leyes dictadas desde el 1ro de julio de 1.999 hasta la fecha en que la usurpación termine. Hasta ahora no hay un solo jurista en el Paraguay que pueda resolver este problema.

            El futuro paraguayo previsible es pues un futuro lleno de ilegitimidades. No se podrá retornar a la legitimidad jamás, eso es casi seguro. No vendrá un gobierno que cumpla con la Constitución y se viven los mismos días que se vivieron en 1.939, cuando la Constitución de 1.870 se volvió incumplible. No se ve un solo político capaz de hacer que todo el proceso de la usurpación quede anulado. Tal vez, con un Congreso adecuado, se pueda anular todo y volverlo a aprobar, con legitimidad, inmediatamente después, pero es muy difícil. Lo que no se podrá hacer es impedir que los culpables del golpe de estado de marzo de 1.999 y la usurpación producida el 1ro de julio del mismo año vayan a la cárcel y sufran los diez años de inhabilitación total. ¿Una ley de amnistía? Quizá fuera posible, pero entonces todo el andamiaje de protección de la legitimidad de la Constitución se vendrá abajo. La Constitución de 1.992 habrá dejado de regir.

            Dentro de lo que se ve, no existe una sola fuerza política ni un solo líder independiente, ni organización alguna que se encuentre estudiando el problema del retorno total a la legitimidad. El carácter peculiar de los paraguayos hace que las cosas de fondo ni siquiera se piensen. Lo más probable es que las cosas sigan como están y en el 2.003 se haga la parodia de la vuelta a la legitimidad, como si nada hubiera pasado.

Lo que ha pasado es una lección que deberá ser aprendida si los paraguayos queremos, alguna vez, vivir dentro de un estado de derecho inquebrable y una democracia real insustituíble. El cambio de sistema se impone, y tendrá que venir, para poder soñar con un futuro menos negro que el que ahora aparece en el horizonte.

 

    

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