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El complejo

Enrique Vargas Peña

01 de junio de 2000

 

En su último discurso a los norteamericanos, el presidente Dwight Eisenhower les advirtió de la existencia de un “complejo militar-industrial” que había acumulado tanto poder que estaba en posición de afectar decisivamente elementos fundamentales de la democracia en Estados Unidos.

         Se refería a una organización oligopólica que reemplazaba al pueblo norteamericano en la elaboración de políticas que afectaban al pueblo norteamericano.

         A estas alturas, cuarenta años después, sabemos que ese “complejo militar-industrial” no ha desaparecido y que, aunque duramente golpeado por la Guerra de Vietnam, continúa amenazante entre los norteamericanos.

         Las formaciones oligopólicas con ambiciones políticas no son patrimonio exclusivo de Estados Unidos. En realidad, Estados Unidos es el país donde mejor se ha logrado combatir o limitar a estas formaciones.

         Ellas aparecen en todos los países porque son un fenómeno consustancial con el desarrollo capitalista, que tiende a la concentración de la riqueza y que no debe confundirse con la economía de mercado que se basa en la preservación de la libre competencia.

         Toman diversas formas, según la orientación de la economía de cada país, pero en todos mantienen las características que los definen: organización oligopólica con ambiciones políticas.

         Las ambiciones políticas son parte de la naturaleza de los monopolios y los oligopolios desde que la captación de riquezas se convierte, en un momento de su crecimiento, en una cuestión de protección o promoción estatal.

         En Paraguay está operando, como se ha señalado ya en numerosas ocasiones anteriores, una organización de este tipo, y lo hace con un éxito y un alcance mucho mayores que los que pudiera tener algo semejante en Estados Unidos debido a que la sociedad no ha logrado establecer sistemas equivalentes a los que poseen los norteamericanos para limitar, o al menos vigilar, la actuación del oligopolio.

         Se trata del “complejo publicitario-empresarial”, integrado por los contratistas del Estado, los empresarios financieros y las principales agencias de publicidad, agrupados en el Centro de Regulación, Normas y Estudios de la Comunicación (Cerneco) y en la Asociación de Empresarios Cristianos (Adec).

Este “complejo publicitario-empresarial” está en posición de influir incluso en las líneas editoriales de los medios de comunicación, de todos ellos, así como de impulsar el uso del poder coercitivo del Estado para el logro de alguno de sus fines.

La denunciada relación entre fiscales públicos y los grupos Bo y Wasmosy es una muestra significativa de esto último.

La sociedad civil del Paraguay está completamente indefensa ante este oligopolio, a pesar de que el mismo ya la ha despojado del derecho a elegir gobernantes.

Eisenhower no se sorprendería de que esto haya sucedido.

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