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La derrota del PRI

Enrique Vargas Peña

03 de julio de 2000

        

           El domingo 02 de julio de 2000 se produjo en México un acontecimiento llamado a tener extensa y profunda repercusión en el continente americano: el partido Revolucionario Institucional, en el poder desde hace más de siete décadas, fue derrotado en las urnas por una coalición encabezada por la derecha católica a la que había vencido tras la Revolución.

¿Es bueno este cambio?

Desde el punto de vista de la credibilidad de las nuevas instituciones democráticas de México, si, el cambio es bueno. El triunfo del candidato de esa derecha, Vicente Fox, confirma la vigencia de la soberanía del pueblo y la alternancia en el poder, cosas, ambas, que diferencian a una dictadura de una democracia.

Desde el punto de vista del historial de los vencedores, no, el cambio no es bueno.

Esta paradoja aparente es la que dificulta de una manera tan persistente el establecimiento y la vigencia de las instituciones democráticas en América Latina.

La derecha católica mexicana, agrupada en el partido de Acción Nacional es igual de autoritaria que lo que han sido hasta ahora las fuerzas revolucionarias agrupadas en el partido Revolucionario Institucional y, de hecho, la Revolución Mexicana no se explica sin la larga historia de abusos, arbitrariedades, usurpaciones y privilégios que esa derecha católica impuso sobre el país.

El partido Revolucionario Institucional fue, durante una buena parte de su larga estancia en el gobierno, una fuerza de progreso y liberación comparada a los que entonces acababan de ser vencidos, aunque es obvio ahora que sobre él operó la dinámica del poder, definida en los axiomas de lord Acton.

América Latina va a los tumbos, pasando de un autoritarismo a otro, porque se niega tozudamente a incorporar a sus insituciones políticas los recaudos que surgen de las investigaciones de Acton, que ya habían sido previstos por Locke, Montesquieu y, sobre todo, por los constituyentes norteamericanos.

En América Latina se cree todavía, de la mano de la Iglesia Católica precisamente, que los sistemas políticos triunfan o fracasan según si los hombres que los hacen funcionar son buenos o malos, mientras que la presunción que subyace en el sistema norteamericano (no así en el inglés) es, precisamente, que los sistemas políticos deben tener prevista la posibilidad muy real de que hombres malos puedan eventualmente aprovecharse de ellos.         

La jornada electoral del 2 de julio ha sido buena para la democracia mexicana. Pero es demasiado temprano aún para decir que los elegidos sabrán honrar el mandato que recibieron del pueblo ni para esperar que los derrotados acepten limpiamente esa voluntad.       

 

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