Finalmente
se produjeron cambios en el gabinete ministerial del presidente González
Macchi y ellos no permiten abrigar esperanzas sobre el necesario golpe
de timón que la situación requiere.
En
resumidas cuentas, la situación es la siguiente: existe un enorme y
creciente déficit en las cuentas públicas, alimentado en forma
ininterrumpida por el uso del Estado como instrumento para asegurar
lealtades políticas.
El
déficit ha permitido al país ver cuáles son las prioridades reales
del gobierno, pues él ha decidido seguir solventando los gastos de
sus clientes antes que asegurar fondos para inversiones, salud y
educación, áreas que han sido directamente sacrificadas en orden a
asegurar los gastos corrientes.
El
saliente ministro Zayas confirmó esa prioridad oficial al diseñar su
plan, destinado a recaudar lo más posible a corto plazo, sacrificando
lo necesario del largo plazo.
Pero
el entrante ministro Oviedo no ha presentado una alternativa, lo que
sumado a los otros cambios del gabinete, da la pauta de lo que el
gobierno busca con ellos, que poco tiene que ver con lo que la
ciudadanía esperaba.
La
instalación de Walter Bower en el Ministerio de Obras Públicas
significa la profundización del control político sobre el aparato
del Estado, en particular sobre los contratos públicos, fuente
inagotable de recursos para numerosos empresarios chicos y grandes, a
los que ahora se exigirá mayor empatía con el gobierno.
La
del señor Fanego en el Ministerio del Interior significa mantener a
esa cartera teóricamente destinada a la seguridad pública como un
organismo político cuyo objetivo seguirá siendo la vigilancia sobre
la sociedad y no su defensa de la delicuencia.
Los
cambios han servido, lateralmente, para mostrar a la opinión pública
que al gobierno le interesa poco el pronunciamiento popular del 13 de
agosto: nada de todo esto ha sido consultado con el vicepresidente de
la República que ha sido olímpicamente ignorado.
Hay
dos alternativas principales que se abren ante el país en este
momento: o el gobierno está muy seguro de obtener recursos externos a
cambio de su sujeción política o está completamente indiferente
frente al colapso en ciernes, que piensa solucionar emitiendo moneda.
En cualquiera de los casos, no es posible avizorar una mejoría de la
situación general.
|