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Enrique Vargas Peña

03 de octubre de 2000

  

Finalmente se produjeron cambios en el gabinete ministerial del presidente González Macchi y ellos no permiten abrigar esperanzas sobre el necesario golpe de timón que la situación requiere.

En resumidas cuentas, la situación es la siguiente: existe un enorme y creciente déficit en las cuentas públicas, alimentado en forma ininterrumpida por el uso del Estado como instrumento para asegurar lealtades políticas.

El déficit ha permitido al país ver cuáles son las prioridades reales del gobierno, pues él ha decidido seguir solventando los gastos de sus clientes antes que asegurar fondos para inversiones, salud y educación, áreas que han sido directamente sacrificadas en orden a asegurar los gastos corrientes.

El saliente ministro Zayas confirmó esa prioridad oficial al diseñar su plan, destinado a recaudar lo más posible a corto plazo, sacrificando lo necesario del largo plazo.

Pero el entrante ministro Oviedo no ha presentado una alternativa, lo que sumado a los otros cambios del gabinete, da la pauta de lo que el gobierno busca con ellos, que poco tiene que ver con lo que la ciudadanía esperaba.

La instalación de Walter Bower en el Ministerio de Obras Públicas significa la profundización del control político sobre el aparato del Estado, en particular sobre los contratos públicos, fuente inagotable de recursos para numerosos empresarios chicos y grandes, a los que ahora se exigirá mayor empatía con el gobierno.

La del señor Fanego en el Ministerio del Interior significa mantener a esa cartera teóricamente destinada a la seguridad pública como un organismo político cuyo objetivo seguirá siendo la vigilancia sobre la sociedad y no su defensa de la delicuencia.

Los cambios han servido, lateralmente, para mostrar a la opinión pública que al gobierno le interesa poco el pronunciamiento popular del 13 de agosto: nada de todo esto ha sido consultado con el vicepresidente de la República que ha sido olímpicamente ignorado.

Hay dos alternativas principales que se abren ante el país en este momento: o el gobierno está muy seguro de obtener recursos externos a cambio de su sujeción política o está completamente indiferente frente al colapso en ciernes, que piensa solucionar emitiendo moneda.

         En cualquiera de los casos, no es posible avizorar una mejoría de la situación general. 

 

 

   

 

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