A medida que se aproxima la
fecha mágica del 15 de agosto, se va poniendo en evidencia que
existe un consenso nacional acerca de la necesidad de que el senador
Luis Angel González Macchi renuncie a la presidencia de la
República.
Todo el país comprende,
finalmente, que el citado legislador es un problema que impide la
adopción de las soluciones que el país reclama, necesita y merece
para salir de la triste posición en que se encuentra.
Lastimosamente el patriotismo no es una de las características de
la personalidad de González Macchi, por lo que no es posible
solicitarle que se vaya por el bien del Paraguay. Pero podría
hacerlo por un mínimo nivel de entendimiento, pues no se necesita más
para comprender que el país lo detesta.
Sin embargo, nuestro
problema es más grande que González Macchi. Nuestro problema es el
sistema de gobierno que nos fue impuesto el 28 de marzo de 1999.
Ahora, cuando muchos de los
que apoyaron la aventura golpista del "marzo paraguayo",
se encuentran con la soga al cuello (incluidos los diarios
oficialistas Ultima Hora y Noticias), debería quedar claro para
todos, incluso para ellos, que son los requerimientos de tal sistema
los que nos han hundido como sociedad.
Brevemente: la democracia
funciona cuando se permite a la opinión pública votar
correctivamente y cuando para votar los ciudadanos gozan de la
plenitud de sus derechos. Ambas cosas fueron restringidas
severamente a partir del golpe del 28 de marzo del 99 y,
consecuentemente, la función contralora del sistema democrático
dejó simplemente de funcionar en el Paraguay.
Cuando eso sucede, ocurre lo que estamos sufriendo aquí: el sistema
institucional termina completamente putrefacto, penetrado hasta las
entrañas por la corrupción, el prebendarismo y la incompetencia
sin que sirva para atender o solucionar los asuntos que la vida en
sociedad exige.
Este sistema, cuyos efectos
nefastos sienten ya casi todos los paraguayos, se sostiene solamente
en el apoyo de Estados Unidos, en el de Brasil y en el de los
privilegiados. Unicamente George Bush, Fernando Henrique Cardoso y
unos cuantos sinvergüenzas locales mantienen en pie al régimen que
tanto daño está causando al Paraguay.
De manera que expulsar a
González Macchi del poder no es suficiente. Aquí es necesario
abolir el régimen inaugurado el 28 de marzo de 1999, todo entero,
para que sea el pueblo paraguayo, y no los delegados de los
norteamericanos, el que gobierne en el Paraguay.
*Publicado
en La Nación de Asunción el domingo 05 de agosto.
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