Después
de un largo período, poco más de siete meses, la Unión Europea
resolvió levantar las sanciones que había impuesto a Austria, país
miembro, por haber los austriacos elegido a un gobierno integrado
por el partido Liberal Austriaco (FPO), de Jorg Haider.
Esta
entidad, el FPO, fue acusada por los partidos de la Internacional
Socialista de ser una organización filo fascista.
La situación austríaca es parecida a
la que, de hecho, impusieron Estados Unidos y Brasil al Paraguay
tras la elección de Raúl Cubas Grau, el 10 de mayo de 1998.
Como se recordará, el canciller alemán
Gerhard Schroeder pidió a su colega y correligionario portugués,
Cavaco, en ejercicio de la presidencia de la Unión Europea, que
haga lo posible para imponer a los austriacos el mayor costo
posible, de ser posible un costo realmente disuasivo, a fin de
evitar el acceso al poder del FPO.
Colaboraron activamente con la
iniciativa alemana los partidos filo cristianos de Francia y Bélgica.
La razón de todo esto fue que
el FPO había crecido electoralmente a costa de los
socialistas y los democristianos, fuerzas hegemónicas en Europa,
criticando duramente la corrupción generada por el "pacto de
gobernabilidad" con el que durante más de treinta años ellas
se habían repartido el gobierno de Austria, acuerdo semejante al
vigente en muchos países europeos.
El FPO llegó al favor del electorado
por su posición antisistema, lo cual no debe ser confundido con una
posición antidemocrática. De hecho, la democracia requiere de esta
clase de fuerzas políticas para funcionar adecuadamente, para
renovarse, para rectificar rumbos.
Por tanto, el ejemplo de Haider, que la
CSU, socio bávaro de los democristianos, está siempre pronto a
seguir, podía cundir fácilmente en Alemania.
Esto fue observado como una amenaza
intolerable por Schroeder, que tiene en Alemania una situación
espinosa. Los partidos políticos alemanes se encuentran muy
desgastados por el escándalo de corrupción que derribó a la
Democracia Cristiana alemana, la más poderosa del mundo.
Entonces se creó el "mito
Haider", en cuya virtud el líder del FPO es una especie de
nuevo Hitler que amenaza a Europa con un Cuarto Reich, con todas las
terribles consecuencias que ello implicaría.
Ayudaron a esta visión distorsionada
las estúpidas declaraciones que el propio Haider realizó sobre el
régimen nacional-socialista, que le valieron la animadversión
perenne de la comunidad judía internacional.
En resumen, debido a necesidades que
nada tienen que ver con las de los austriacos, la comunidad
internacional satanizó durante siete meses a una democracia
ejemplar en base a un montaje propagandístico que sí es digno de
Goebbels, el célebre ministro de Hitler.
El caso austriaco es consecuencia de la globalización, pero
muestra su lado oscuro: ella no está todavía democratizada, sino
que, de momento, puede ser instrumentada por intereses políticos,
para imponer por la fuerza soluciones que no siempre son adecuadas y
que casi nunca son justas.
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