Editorial del
diario La Nación del 30 de enero de 2000*
Mc Farland y Struble
Se ha producido la visita de Curtis Struble director de la oficina de
Asuntos del Cono Sur, enviado especial del presidente de Estados Unidos al país, quien en
compañía del encargado de negocio norteamericano en Asunción, Stephen Mc Farland, ha
realizado una sorprendente misión: la de presionar abiertamente a la dirigencia del
Partido Liberal Radical Auténtico para evitar su retiro del gobierno.
Mc Farland y Struble se reunieron con el presidente del radicalismo
auténtico, Julio Cesar Franco, para decirle que mantenga a su grupo como sostén del
presidente González Macchi.
La opinión de los representantes elegidos del Partido Liberal Radical
Auténtico se ve sometida de este modo insólito a los dictados de la mayor potencia de la
Tierra.
Como si tal intromisión, no ya solamente en los asuntos internos del
país sino incluso en los de sus partidos políticos, no fuera suficiente, los
norteamericanos no se limitaron a eso.
Los enviados de Clinton avalaron expresamente también la flagrante
violación de los artículos 227 y 234 de la Constitución paraguaya, violación que es la
base "jurídica" del régimen.
La Constitución paraguaya no importa según Washington, sin perjuicio
de que en el futuro pueda decir que en defensa de la misma se justifica aplastar la
resistencia del pueblo paraguayo.
¿Acaso no han hecho lo propio en Ecuador o en Perú, donde el
subsecretario de Estado para América Latina, Peter Romero, sostuvo con cinismo, para
justificar las arbitrariedades de Alberto Fujimori, que "Estados Unidos no es abogado
constitucionalista"?
La usurpación es correcta, según los enviados de Clinton, a quien los
derechos y la suerte del pueblo paraguayo le importa poco con tal de mantener en el poder
a sus socios.
Ya se había visto una intervención igualmente descarada hace pocas
semanas en Ecuador, en defensa del corrupto e injusto régimen de Jamil Mahuad. La de Mc
Farland y Struble aquí indica que se trata de una política de acción directa de
Washington sobre toda América Latina como no se había sentido desde la del "Gran
Garrote" de Theodore Roosevelt.
¿Cómo olvidar, entonces, los sufrimientos que los norteamericanos
impusieron a Nicaragua, avalando tiranías como la de Somoza, y los de otros países del
hemisferio que tienen la desgracia de "estar tan lejos de Dios y tan cerca de Estados
Unidos"?
El diario La Nación viene exponiendo la motivación de esa política
norteamericana: proteger los negocios de los grandes contribuyentes del partido Demócrata
del presidente Clinton como Mark Jiménez.
Estados Unidos pagará caro este curso de acción impuesto por Clinton
sobre América Latina, completamente ajeno al interés nacional legítimo de su país,
pues está generando una profunda animadversión que estallará en algún momento, como ya
estalló en una vez, a partir de 1959.