Una
extraña y sorprendente diferencia está a la vista, ahora mismo,
entre el discurso que el gobierno norteamericano de Clinton tiene
hacia Perú y Haití y el referido a Paraguay y Ecuador.
Son
dos discursos distintos. En realidad son contrapuestos,
contradictorios, mutuamente excluyentes.
Para
Perú y para Haití, la administración Clinton sostiene que las
elecciones deben ser incuestionables para otorgar legitimidad y que
los opositores no deben ser arbitrariamente hostigados. Para
Paraguay y Ecuador contribuye en la construcción de un sistema político
de participación popular restringida, en los que los excluidos son
arbitrariamente hostigados.
Sin
embargo, es el mismo gobierno el que los realiza, son las mismas
personas las que lo propalan.
Las conductas arbitrarias, inexplicables, lo son solamente en
apariencia, porque los observadores desconocer todos los factores
que las motivan.
Eso
ocurre con las actitudes de la administración Clinton hacia
Paraguay y Ecuador. Es generalmente desconocido el factor que las
produce.
En verdad, en el caso paraguayo al menos, se ha tratado, además,
de ocultar en forma deliberada, con el auxilio da la mayor
maquinaria propagandística jamás montada en Paraguay, las
motivaciones reales de la política de Clinton hacia el país.
Aquí
cabe una disgresión sobre el señor Clinton, que ayudará a
comprender cabalmente el asunto: el presidente norteamericano es uno
de los hombres más cuestionados desde el punto de vista moral que
haya pasado por la Casa Blanca.
A
tanto llega este cuestionamiento que ha sido sometido a un juicio
político en el que él mismo ha reconocido su indisciplina personal
y la comisión reiterada de perjurio para obstruir a la Justicia, a
pesar de lo cual fue exonerado, no por ser inocente, sino en razón
de otras consideraciones políticas.
Y por no ser inocente, existen procesos judiciales que
esperan que termine su periodo como presidente y pedidos tan graves
como el que formula la Asociación de Abogados de Arkansas, su
estado natal, para despojarle de su matrícula de abogado para la
que no le consideran moralmente apto.
Volviendo al tema del presente
comentario, hay que decir que los esfuerzos realizados por ocultar
las motivaciones de Clinton no fueron suficientes para cubrir el
asunto, que ha salido a luz, aunque son muy pocos los que se ocupan
de esclarecerlo.
El factor que mueve la política norteamericana en Paraguay
es la relación que existe entre Bill Clinton y el filipino Mark Jiménez,
contribuyente del partido Demócrata gracias a fondos que obtiene en
Paraguay.
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