EL DESAFÍO
AMERICANO
Alberto Vargas Peña (miembro de la Fundación Libertad)
A finales de los años sesenta del siglo pasado, el siglo XX
un pensador francés, Jean Jacques Servant Schreiber, escribió un libro
profético, que tituló "El Desafío Americano", donde demostraba que los
Estados Unidos se convertirían en la potencia hegemónica en las postrimerías del siglo.
Hoy, al comenzar el siglo XXI, los Estados Unidos se han convertido en la potencia
hegemónica y están comenzando a imperar.
Todos los vaticinios económicos y militares se han cumplido, casi al
pié de la letra. Los Estados Unidos son la única superpotencia militar y, desde luego,
son una hiper potencia económica. Pueden producir más y mejor que el resto del mundo, y
si llegan a liberar su agricultura, son capaces de hacer naufragar los precios de los
productos agrícolas en unas horas.
Aparentemente es una bendición para el planeta que la hiper potencia
hegemónica sean los Estados Unidos, porque son un país democrático, liberal y cuyo
pueblo responde sólidamente a los principios de libertad que son el ideal de los pueblos.
Pero ¿qué hay más allá de la apariencia?
Los franceses, por ejemplo, han dicho, por boca de su canciller, que
"no pueden aceptar un mundo unipolar". ¿Por qué? Hunttignton lo define en un
artículo de la Revista "Foreign Affairs": "La única superpotencia del
mundo es automáticamente una amenaza para otros poderes importantes".
Yo creo que no solamente para muchos otros poderes importantes, sino
para aquellos que no son ni remotamente importantes. El Paraguay, por ejemplo.
Si los Estados Unidos fueran en el exterior lo que son,
indiscutiblemente en el interior, su hegemonía sería una bendición para el mundo.
Libertad, propiedad, progreso irrefrenable serían la impronta mundial. La democracia de
Jefferson y Lincoln prevalecería en el mundo. Pero los Estados Unidos han demostrado que
son demócratas en lo interno, y otra cosa, completamente distinta, en lo externo.
Al gobierno de la hiper potencia le interesan los sumisos y los
incondicionales, no los principios. La fórmula de Roosevelt "estos son
nuestros son of a bitch" sigue prevaleciendo, por lo menos en el partido
Demócrata.
Clinton, el primer emperador estadounidense de la nueva hegemonía
mundial, es un Roosevelt sin parálisis y maneja a sus "son of a bitch" a su
antojo. El caso paraguayo es paradigmático.
Los Estados Unidos no quieren una democracia en el Paraguay, sino que
quieren un gobierno que les garantice que solamente los Estados Unidos manejarán las
drogas, el contrabando y el lavado de dinero. Quieren además que sus empresas se queden
con los grandes negocios, no importa que sea en condiciones de monopolio.
Si el gobierno paraguayo les garantiza eso, están dispuestos a
sostenerlo aún contra el pueblo.
¿Acaso Stephen Mc Farland, el recadero de Clinton, no lo ha demostrado
fehacientemente? ¿Acaso Maura Harty no se lanzó a la palestra, como una valquiria, para
evitar que les subieran los impuestos a los cigarrillos estadounidenses, que en Estados
Unidos producen cáncer y en el Paraguay son la panacea?
La hiper potencia no se fija en el Paraguay, ese minúsculo rincón de
la marginal Sudamérica- dicen. Pero sin embargo, los paraguayos no pueden elegir su
propio gobierno, porque el imperio se lo impide.
El desafío americano está planteado. Tal vez lo único que podamos hacer los que
vivimos bajo su imperio es pedir al pueblo de los Estados Unidos que nos conceda la
"ciudadanía estadounidense", una forma de lograr que sus leyes sean también
nuestras leyes.