Calificar de “error” lo que es una reiteración constante
parece infantil. Cuando un grupo progresa y crece a costa de lo que
se considera un error reiterado, no es precisamente que se trate,
para ese grupo, de un error. Se trata de una política. ¿Cómo
llamar a esa política reiterativamente errónea pero altamente
productiva para un grupo? ¿Perversa, quizá?
Los políticos argentinos en su gran mayoría han venido
cometiendo los mismos “errores” casi desde 1930. El gobierno es
el que manda y dirige, y todos los demás obedecen mansamente. El
gobierno impone los impuestos, manipula la moneda, concede
privilegios, y señala metas. La sociedad, supuestamente soberana,
cumple y sufre.
¿Cuántas crisis provocó el gobierno, cualquiera haya sido su
signo, en la Argentina? Militares, civiles, nazis, fascistas,
radicales, socialistas y justicialistas se han sucedido y, uno tras
otro, han manejado a su placer la ficción perversa llamada “macroeconomía”
para explotar, empobrecer y desesperar a los argentinos. Lo curioso
es que una gran mayoría de argentinos sigue creyendo que la
solución de sus problemas está en el gobierno, en los hombres
fuertes o en los economistas inteligentes. La inmensa mayoría clama
por dar más facultades a quienes hicieron mal uso de las que
tenían y no alientan otro pensamiento que hacerlo peor aún.
El intervensionismo de Cavallo termina en un feroz cacerolazo que
causa por lo menos treinta y cuatro muertos, y no se encuentra nada
mejor que pasar al intervensionismo de Duhalde, que lo primero que
hace es anunciar que robará a los argentinos el treinta por ciento
de sus haberes e ingresos y les condicionará el retiro de sus
propios fondos depositados en bancos “privados”.El gobierno ha
conducido a un desastre que espera solucionar, no con menos gobierno
sino con más.
Y se gastan ríos de tinta para explicar los fundamentos,
alcances y posibles consecuencias de medidas que solamente pueden
conducir a empobrecer más a un pueblo ya desesperado. El gobierno
se endeudó hasta límites absurdos, como un irresponsable disoluto
dilapidó el dinero a manos llenas, y ahora se pretende que sea
obligación de los despojados, pagar las deudas ajenas pasadas y
futuras.
¿Se trata de reiteración del “error”, comparable con la
más suprema estupidez, o una política de grupo destinada a
empobrecer a la mayoría para enriquecer, sin taza ni medida, a la
minoría?
Francamente pienso que ni argentinos, ni paraguayos ni ningún
latino podrá salir de la crisis en que viven, porque la ilusión
del Hermano Grande es prácticamente indestructible.
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