La
prensa indica hoy que en Latinoamérica, el continente católico, los
pueblos se están desilusionando rápidamente del sistema democrático
de gobierno. No es extraño; estos pueblos han sido educados en la
tradición católica del autoritarismo y han pensado, cuando llegó la
ola democrática, que el gobierno sería el gran papá que los
mantendría cómodos, abrigados, alimentados y felices.
Ningún
político dijo al pueblo otra cosa; prometieron todo, hasta como
Hitler maridos para las solteras. Pero el sistema democrático de
gobierno no funciona así; es un sistema basado en la libertad pero
también en la responsabilidad.
¿Qué
latinoamericano quiere ser responsable?
En
los países de tradición democrática, las personas quieren hacerlo
todo por sí mismas, y trabajan incesantemente para que su esfuerzo
tenga resultados; en los países de tradición católica autoritaria,
las personas quieren que todo lo haga el gobierno, mientras ellas
duermen una apacible siesta.
A
veces, los gobiernos autoritarios logran dar la sensación de que con
un gobernante especial eso puede lograrse, pero, cuando acaso se
logra, es tan pasajero que no vale siquiera la pena comentarlo; el
hecho es que la sensación existe, y el latinoamericano, educado en la
obediencia ciega de los católicos , la santificación de la
autoridad y el esperarlo todo de las dádivas del padre,
se encuentra, en la democracia, perdido y desorientado.
El
dirigente latinoamericano no cree en la democracia; es un tramposo.
Promete
cualquier cosa para llegar al poder y una vez allí se considera su
dueño. Hace tabla rasa con sus promesas, y dentro de la mayor
impunidad, se hace rico a costa del erario público; como todos,
empresarios y productores esperan las dádivas y los contratos
protegidos del gobierno, nadie protesta.
El
pueblo se resigna hasta que revienta.
En
Latinoamérica no hay democracia sino comedia democrática.
Es
claro que existen personas que saben lo que es una verdadera
democracia, como funciona, y que la hace fracasar, pero son las menos;
son una minoría ínfima, que a veces, cuando consigue apoyo militar
impone sus puntos de vista. En seguida los políticos clásicos se
apoderan de la acción y vuelven a las andadas. ¿Cómo no cundiría
la desilusión?
Latinoamérica
será democrática, verdaderamente democrática, dentro de un siglo,
si persiste la irreligiosidad actual y se desvanece el catolicismo en
los abismos de la historia. Eso se logrará con una educación que
desmitifique al catolicismo y lo muestre tal cual es; antes de eso, la
democracia siempre estará con el agua al cuello en Latinoamérica.
Parece
un análisis simplista, y más de uno dirá que hay otras causas
mas complejas que hacen que el latinoamericano sea bruto,
pobre, indigno, obediente y, de pronto, ferozmente rebelde.
Pero
el común denominador, el que alcanza a todos los desdichados países
latinoamericanos es el catolicismo. Hay otras causas, es cierto, que
hacen que la democracia no funcione en estos lares, pero la gran causa
es el catolicismo que nos han metido en la cabeza y que nos hace como
somos.
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