Estados
Unidos, Brasil y Argentina, fueron quienes establecieron, en marzo
de 1999, el gobierno ilegítimo y usurpador de Luis Ángel González
Macchi, mediante un golpe de estado que consistió en el
aprovechamiento de una muerte natural disfrazada de asesinato, en un
enfrentamiento sangriento provocado en la Plaza del Congreso, la
renuncia obligada del presidente constitucional Raúl Cubas y de un
fallo absolutamente nulo de la Corte Suprema.
El
golpe se dio bajo el supuesto que un gobierno oviedista – como lo
era el gobierno de Raúl Cubas – traería infinitos males a la República
del Paraguay y a la región. El funcionario estadounidense, Peter
Romero, bajo cuya dirección se realizó la conspiración y el golpe
de estado, había advertido al presidente Cubas que “se podía ser
elegido contra la voluntad de los Estados Unidos pero que no se podría
gobernar sin su apoyo”. El gobierno de William Clinton tenía
negocios muy lucrativos con el Ing Juan Carlos Wasmosy, mediante la
intervención de Mark Jiménez, el filipino que fue procesado en
Estados Unidos por contribuciones irregulares al gobierno de Clinton
y que además fue el inspirador de los negocios del presidente
Espada de Filipinas.
Durante
los primeros meses del gobierno usurpador, las tres embajadas, la de
Estados Unidos, la del Brasil y la de Argentina, intervinieron
directamente en los asuntos internos paraguayos, sustentando un
gobierno que cada día daba más pruebas de su voracidad , su
irresponsabilidad y su corrupción. La embajada de los Estados
Unidos dejó de intervenir abiertamente después de la elección del
Sr Bush, pero continuó haciéndolo de manera solapada. El trabajo
sucio abierto correspondió, desde entonces, al Brasil. La
Argentina, sumida en su catástrofe, se desentendió de la tutela
tripartita.
El
desastre paraguayo ya es inocultable, hasta para el gobierno
estadounidense, que siempre juega mal y a destiempo en la América
Latina. Por eso, está buscando un presidente para los paraguayos,
que a ellos les parezca de perfil correcto. En esta tarea está
ayudado por el Brasil, como siempre. Brasil se encarga de evitar que
el Gral Oviedo venga al Paraguay, mientras el gobierno de los
Estados Unidos busca el candidato ideal, que no es precisamente el
que quieren los paraguayos.
Tal
vez los Estados Unidos apuesten a un colorado honesto y probo o al
ex empresario Pedro Fadul, hombre de la ICAR – Iglesia Católica
Apostólica Romana capítulo paraguayo –pero no apostarán a ningún
paraguayo que tenga mayoría por si mismo. Pese al fracaso
estruendoso, la tutela seguirá, pero ahora bipartita.
¿Es
legal la tutela? ¿Se trata de un nuevo imperialismo? ¿El Paraguay
es tan impresentable
que necesita que otros marquen su derrotero y su destino?
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