Publicado
como editorial del diario La Nación de Asunción
El
opaco presidente argentino, Fernando de la Rúa, estuvo de visita en
el Paraguay el pasado fin de semana. Poca gente aquí se interesó
por la visita o el visitante, y casi nadie en su propio país puso
atención en este viaje. Ninguno de los dos países se encuentra de
humor para festejar un acontecimiento tan anodino.
Según
las informaciones de prensa De la Rúa vino al Paraguay a apoyar la
democracia paraguaya. Se trata de una intención sin sentido,
puesto que en esta peculiar democracia, existe un apoyo de las
principales potencias americanas pero ninguno del pueblo paraguayo,
que no ha sido consultado y es el convidado de piedra. También, según
las mismas informaciones de prensa, el presidente argentino vivo a
componer algunos desacuerdos bilaterales, todos ellos causados por
la Argentina, lo cual no sucedió.
El
gobierno tiró los últimos restos de dinero que le quedan en un
desfile militar poco menos que lastimoso, donde se demostró la
inexistencia de unas Fuerzas Armadas operativas, salvo quizá el
grupito de efectivos entrenados por los estadounidenses para la
guerra antiterrorista. Mientras ellos desfilaban con las caras
untadas de betún, al mejor estilo Viet Nam, algunos descontentos
hacían volar torres de conducción de energía, sin oposición de
ninguna clase.
Tanto
en Argentina como en el Paraguay, quizá para estar a tono con el
acontecimiento, los pueblos soliviantados por las falsas promesas y
el hambre se manifestaban violentamente, siendo reprimidos con gases
lacrimógenos y efectivos antimotines armados hasta los dientes. En
Argentina se sucedían las golpizas públicas y en el Paraguay, para
mantener la tradición recuperada, con torturas privadas.
Entre
tanto el presidente De la Rúa y el senador González Macchi sonreían
a las cámaras y sus primeras damas eufemismo que se utiliza
ahora para señalar a la esposa del primer mandatario , daban
un paseo en el yate presidencial. El pueblo, que pagará la
abultada cuenta de los agasajos, no apareció por ninguna parte.
¿Qué
trajo de positivo la visita del presidente argentino? Las promesas
de siempre, que ni siquiera cambian de texto. Que se invertirá
tanto; que se eliminarán las trabas; que se abrirán los mercados;
que el trato será entre hermanos. En realidad nada nuevo y nada
real y concreto.
¿Servirá
la visita de De la Rúa para afianzar al gobierno paraguayo?
Solamente
el tiempo podrá decirlo en definitiva, pero de buenas a primeras
nadie lo cree. Una democracia que no tiene base en los votos no se
afianza jamás. La democracia paraguaya será estable cuando el
pueblo paraguayo solo y en libertad plena, pueda elegir sus
mandatarios.
La
visita de De la Rúa no ha trascendido ni en la Argentina ni aquí,
donde se le dio bastante más espacio del merecido. Y no ha
trascendido porque en realidad ha carecido de toda importancia.
Fuera del gasto ocasionado a las exhaustas arcas paraguayas, nada.
El
aburrido presidente argentino vino y se fue. Y es como si nunca
hubiera venido.
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