He
escuchado una cantidad de voces de periodistas, políticos y
religiosos, que adoptando una postura de "prudencia"
manifiestan que "nosotros - los occidentales- no podemos
responder al acto salvaje de los terroristas con la misma
moneda". El mismo Karol Wojtyla, jefe del catolicismo,
"ora por la paz", preconizando el perdón y el olvido.
Esto demuestra que las enseñanzas de la historia nunca son
asimiladas.
Para
no hablar de la Segunda Guerra Mundial y el vergonzoso Pacto de
Munich, deberíamos hacer mención de la escalada de actos
terroristas llevados a cabo sin que se ejerciera el derecho sagrado
de la represalia: Bomba en el TWC, ataque a un crucero
estadounidense surto en puerto, y ahora, pasando por alto muchos
otros episodios, el salvaje atentado contra las Torres Gemelas y en
Pentágono. Si esto no tiene la respuesta adecuada, el próximo
atentado será posiblemente con una bomba atómica.
Me
pregunto que barbaridad será suficiente para que Karol Wojtyla
considere que se debe poner un límite. Es cierto que el
Imperio estadounidense tiene una política exterior equivocada, pero
eso no justifica, ni de lejos, el menor acto terrorista. Si alguien
quiere resistir al Imperio, puede hacerlo, como lo demuestran Cuba y
Venezuela, independientemente que uno esté o no de acuerdo con sus
políticas internas. Ni a los cubanos ni a los venezolanos se les
ha ocurrido realizar actos de salvajismo insoportable, como lo han
hecho estos árabes - porque fueron árabes - que realizaron el
ataque a las Torres Gemelas y el Pentágono.
Yo creo que tiene que haber un acto de represalia
ejemplarizador. No solamente contra los que estuvieron directamente
involucrados en el ataque, sino contra todos los países que son
santuarios de terroristas. La única manera de parar esta escalada
es que esta ralea maldita desaparezca de la faz de la Tierra.
Creo
que los Estdos Unidos de América, con todos sus defectos, es el
defensor de la libertad y la democracia, que son valores que deben
ser preservados. Y que para que esto continúe, es preciso que no
fracase en este desafío. No importan las opiniones de los muchos
Chamberlain y Quislings que hay en el mundo, incluido Karol Wojtyla.
Lo que importa es que los salvajes no puedan seguir siendo salvajes,
o si lo quieren, lo hagan a costa de sus vidas.
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