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Para extirpar y no solamente para castigar

Alberto Vargas Peña (F. Libertad) 

19 de setiembre de 2001

El terrorismo ha existido siempre. Nadie está a salvo de que un enajenado considere que debe salvar al mundo mediante la explosión de una bomba y la muerte de inocentes. Lo que no ha existido nunca, hasta ahora, son los santuarios y las naciones que los preservan.

Un terrorista del siglo XIX planificaba solo o con algunos cómplices, y terminaba casi siempre frente a un pelotón de fusilamiento. En las tres cuartas partes del siglo XX el terrorismo fue creciendo gradualmente, y fue en el último cuarto que se convirtió en arma de guerra. No se puede comparar el terrorismo marxista de los años 70 con el terrorismo fundamentalista árabe, que ha incorporado un nuevo elemento: El dedo de "Dios".

            El terrorismo hoy ha dejado de ser terrorismo. Es terrocidio, masacre a gran escala y como acto de agresión no contra gobiernos o gobernantes sino contra naciones enteras y modos de vida. El terrorismo árabe actual es la forma de ataque que realiza el fundamentalismo religioso exacerbado contra la forma libre de vivir.

            La lucha contra el terrorismo ayer era simplemente una cuestión policial. Scotland Yard, la Sureté, el FBI, luchaban contra personas y se limitaban a la investigación para encontrarla o capturar la célula. La infiltración comenzó cuando rugían la guerras y el espionaje pudo incluir en algún momento actos terroristas, pero siempre dentro de un sistema de reglas no escritas. Hoy todo ha cambiado. Se sabe que se lucha contra naciones que aparentemente están en paz, pero que envían sus fanáticos soldados a causar daño indiscriminado.

            Todo esto me lleva a creer que esta guerra no se ganará con la aplicación nacional de la justicia, es decir, castigando solamente al que puso la bomba o piloteó un avión suicida. De hecho, los responsables físicos ya están muertos. La lucha tiene que ir más allá; hay que eliminar los santuarios y castigar muy severamente a los países que los sostienen.

            Yo no creo que sea cuestión de castigar. Hay que extirpar. Por eso estoy de acuerdo con lo que expresó Bush cuando se refirió al caso: Esto es una guerra. Y en la guerra hay que actuar como en la guerra (Poincaré)

            Espero que los Estados Unidos de América esta vez no se detengan en la simple punición, como en la Guerra del Golfo, cuya continuación estamos contemplando. Espero que vayan más allá, mucho más allá y empleen su indudable poderío para acabar con esta pesadilla.

    

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