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Acusaciones sin fundamento y operativos de prensa

Alberto Vargas Peña (Fundación Libertad)

20 de junio de 2000

   

En el Paraguay el deporte más difundido, después del fútbol claro está, es el acusar sin fundamento. El argumento al hombre es el más empleado – cuando no el único- en cualquier discusión, aunque a veces se utiliza, también para denostar, el argumento de autoridad. La paraguaya es, todavía, una sociedad católica.

Si bien el argumento al hombre viene del principio de la historia nacional, y el argumento de autoridad se remonta a la Inquisición española, en el Paraguay nunca se había utilizado, con la magnitud de hoy, el operativo de prensa, es decir, la utilización de los medios para difundir una falsedad. La prensa política paraguaya – porque salvo el interregno de La Tribuna de los años de dictadura la prensa era esencialmente política y no informativa – siempre fue denostativa y panfletaria, cargada de emoción y odio, pero actuaba en compartimientos rigurosamente estancos.

Una falsedad difundida por la prensa colorada no era repetida ni rebotada por la prensa liberal y viceversa. Los operativos de prensa, con alcance nacional e internacional, comenzaron con Juan Carlos Wasmosy, el hombre que acumuló una singular fortuna con la construcción de la represa de Itaipú primero y con la presidencia de la República después. Wasmosy tiene dinero para comprar la prensa argentina, brasileña y hasta estadounidense. No a toda la prensa, sino a periodistas que  conocen el juego y saben hacerlo valer.

El caso de Lino Oviedo es típico. En 1996 protagonizó un episodio que puede ser calificado como insubordinación. Wasmosy lo convirtió en un golpe, y a pesar que luego se rectificó y concedió el retiro con honores a Oviedo, colgó, internacionalmente la etiqueta de “golpista” al militar. El 1997, cuando Oviedo ganó la candidatura presidencial, Wasmosy lo anuló haciéndolo condenar a diez años de prisión por “golpista”. Hoy toda la prensa mundial llama “golpista” a Lino Oviedo, no por el golpe contra la dictadura de Stroessner de 1989, sino por el inexistente de 1996. Una acusación falsa hábilmente difundida se convirtió en una condena real.

El 1999 Wasmosy acusó a Oviedo, por medio de sus periodistas, de ser el “autor moral” del asesinato del Dr Luis María Argaña. Toda la acusación se basa en la declaración de un testigo comprobadamente falso, Gumersindo Aguilar. Sin embargo, la hábil campaña de prensa, a nivel internacional, ha hecho que los países del mundo miren a Lino Oviedo como un asesino despiadado.

Para dar cierre a la conspiración que organizó durante todo el año 1998 Wasmosy acusó a Oviedo de las muertes producidas en un enfrentamiento en la Plaza del Congreso. A raíz de esa acusación comprobadamente falsa – Oviedo estaba preso en ese momento – se desató una campaña de prensa de tal magnitud que hoy Oviedo es el “masacrador de jóvenes de la Plaza”. Y se encuentra preso en el Brasil, a punto de ser extraditado.

Pero Wasmosy no se ha detenido allí. Ahora, con la documentación provista por el libro escrito por un periodista, basado en simples recortes de la propia prensa de Wasmosy, que nunca han tenido fundamento serio, se ha logrado que una Comisión de congresistas del Brasil acusen a Oviedo de “traficante de drogas y armas” y se le adjudique una fortuna de 1.000 millones de dólares.

Para muchos paraguayos, acostumbrados a aceptar cualquier acusación sin análisis alguno, Oviedo es Satanás y están dispuestos a quebrar cualquier principio con tal de eliminar al diablo. Y los que piden, cada día con mayor timidez, abrumados por la magnitud de la conjura, que se juzgue a Oviedo mediante el debido proceso, pasan a ser demonios maldecidos, sin posibilidad de redención. 

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