La
naturaleza del gobierno paraguayo, ilegítimo y usurpador, lo hacen
débil para negociar con cualquiera, y con mucho mayor razón, con
el Brasil. La potencia imperialista porque no solamente tiene
dinámica imperial en razón de su masa sino en razón de su política
busca, desde hace siglos, convertirse en una nación bioceánica,
y una de las piedras en su camino siempre ha sido el Paraguay.
En
el siglo 19 la cuestión paraguaya casi fue resuelta por la fuerza,
pero la alianza brasileño-argentina se quebró antes que el Brasil
pudiera quedarse para siempre con los territorios que ya entonces
ambicionaba. La rivalidad entre lo que eran las potencias hegemónicas
sudamericanas de entonces salvó al Paraguay de una última y
definitiva desmembración. Brasil y Argentina se neutralizaron entre
sí, y luego de haber vencido en la guerra no pudieron recoger los
frutos de su victoria. Brasil, es cierto, se apoderó
definitivamente del Matto Grosso, pero no pudo avanzar más. El Pacífico
siguió siendo un océano demasiado lejos.
Después
de un largo periodo de hegemonía argentina en el Paraguay,
Ytamaraty comenzó la marcha hacia el oeste con el Ponte da Amizade,
un caballo de Troya genialmente utilizado por Juscelino Kubistchek
para ir eliminando a los argentinos en la cuestión paraguaya. Desde
ese momento, y gracias a que Stroessner en realidad era hombre del
Brasil, el Imperio fue ganando la simpatía y ciertamente la
economía de los paraguayos.
Una política de garrote-zanahoria le fue aplicada al
Paraguay y mientras por un lado amenazaban con apoderarse
militarmente de los Saltos del Guairá , por el otro admitían
construir, supuestamente a su costa, la represa más grande del
mundo: Itaipú.
Ahora,
después de un tiempo prudencial, los brasileños están listos para
dar el próximo paso: Apoderarse de toda la energía de la represa.
El
Brasil ya le pasó una factura falsa al Paraguay de 4.500 millones
de dólares, que surgen de una apreciación fantasiosa de la tarifa
de la energía; ya es dueño de casi la totalidad de la economía
paraguaya y de un corredor de tierras que va desde la frontera este
paraguaya casi hasta la frontera oeste, limitando con Bolivia y
Argentina. Con toda la energía de Itaipú, será dueño del futuro
paraguayo. De ahí a sacarse la máscara y apoderarse, de hecho, del
Paraguay, ya no hay sino un paso pequeño.
Brasil
hará que la naturaleza del gobierno paraguayo, que ya no tiene
donde caerse muerto, lo obligue a endeudarse hasta más allá de sus
posibilidades; entonces vendrán las cesiones obligadas y los
renunciamientos. El gobierno paraguayo tendrá que ceder porque no
puede hacer otra cosa. La traición se habrá consumado en razón de
la extrema debilidad.
Evidentemente
que mientras dure el gobierno ilegítimo el Paraguay no podrá
resistir. No solamente hay ilegitimidad del gobierno, sino
incapacidad absoluta, que no le permite defenderse ni siquiera como
gato panza arriba. Brasil tiene una política nacional que le viene
de los portugueses y seguirá avanzando hacia el Océano Pacífico,
como lo viene haciendo desde los días de la Conquista y la Colonia.
¿Dónde está hoy la línea de Tordesillas, que limitaba a los
portugueses a las tierras de la saliente de América del Sur? Tan
muerta y desaparecida como el Papa Borgia que la trazó.
Cuando
uno mira el mapa de Sudamérica siente que el Paraguay está en las
fauces de un lobo sonriente.
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