No
voy a hablar, por supuesto, de la herencia de Clinton en los Estados
Unidos de América. Voy a referirme exclusivamente a la herencia que
deja
en el Paraguay, país
al que manipuló y en el que intervino sin escrúpulos,
probablemente con fines estrictamente económicos.
La
Embajadora de Clinton, Maura Harty, dirigió el complot que trató
de impedir la victoria del Gral. Lino Cesar Oviedo en las elecciones
de 1998. Bajo la supervisión de Peter Romero, el hombre de Clinton
para América Latina, Maura Harty al llegar al Paraguay hizo unas
declaraciones diplomáticamente incomprensibles. Dijo que uno de los
candidatos a la presidencia de la República no tenía
credenciales democráticas. A partir de allí a ese candidato,
cuyo discurso no era ni más ni menos que el mismo discurso de todos
los postulantes al cargo, incluido el socialdemócrata Domingo Laíno,
se lo sometió a un tribunal militar prohibido por la Constitución
paraguaya, se le revivió un proceso fenecido también cuestión
prohibida por la Constitución y
se lo condenó sin darle oportunidad de defenderse. Maura
Harty, en nombre de Clinton, alabó el proceso y le dio
patente democrática.
Ocurrió
que pese a todo el pueblo eligió al hombre de Lino Cesar Oviedo
para presidente de la Rca. y desde ese momento Peter Romero y Maura
Harty conspiraron para derribar el gobierno constitucional del Ing.
Raúl Cubas, una nulidad que no supo hacer valer la condición de país
soberano del Paraguay. La conspiración se aprovechó de la
muerte del Dr. Luis María Argaña cuyos detalles no se conocen
porque Maura Harty no envió el pedido oficial paraguayo a la
Oficina Federal de Investigaciones, FBI y llevó adelante una
masacre alevosa en la Plaza del Congreso, lo que al final consiguió
que el timorato presidente resignara su mandato.
La
Embajada estadounidense, manejada ya por Stephen McFarland, conspiró
para que la Corte Suprema de Justicia, en un fallo escandaloso,
proclamara presidente constitucional al senador González
Macchi, contrariando los artículos 227 y 234 de la Constitución.
Desde entonces en el Paraguay se desató una terrible persecución
contra los adversarios
políticos, se reinstauró el sistema de torturas, se utilizó a la
Justicia para meter opositores en la cárcel y se instauró un régimen
autoritario como el
de Alfredo Stroessner.
¿Cuál
fue la motivación de Clinton para destruir la vacilante democracia
paraguaya? Hay
indicios del por qué. Mark Jiménez, el amigo personal de Clinton y
testaferro, es amigo personal de Juan Carlos Wasmosy, y con él llevó
adelante en Ciudad del Este un negocio de trescientos millones de
beneficios líquidos al año, exportando electrónica y software de
computadoras al Brasil y la Argentina. Por otra parte, entre ambos
manejaron un lucrativo negocio de contrabando de armas y de
triangulación de cigarrillos. Se sabe positivamente que el Partido
Demócrata recibió dinero de la dupla Wasmosy/Jiménez, destinada a
la reelección de Clinton. No se puede descartar que la motivación
de Clinton haya sido simplemente utilizar al Paraguay para su
beneficio personal.
La
herencia de Clinton en el Paraguay, cualquiera que haya sido su
motivación, es espantosa; la democracia desapareció, volvieron las
torturas y las violaciones a los Derechos Humanos, la Justicia fue
politizada y envilecida y en el Paraguay hay un gobierno que no fue
elegido por el pueblo.
Es de esperar que el presidente Bush repare, a corto plazo, el daño
que nos hizo Clinton.
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