EL LIDERAZGO
ESTADOUNIDENSE
Y SUS CONDICIONANTES
Alberto Vargas Peña (miembro de la Fundación Libertad)
Sostiene Samuel Huntington en su obra " Choque de
Civilizaciones" que el país central, líder, de Occidente son los Estados Unidos, y
que su liderazgo declina, por muchas razones. Dice también que las situaciones
históricas no son irreversibles, y que existen condicionantes para que cosas que
tradicionalmente han sucedido no vuelvan a suceder.
Y recalca que de la unión de Occidente que no incluye a la
América Latina en el pensamiento de Huntington depende que el mundo siga
considerando a la civilización occidental como la hegemónica, retrasando su decadencia.
Y dice: "el que Occidente se una o no política y económicamente
depende sobre todo de que los Estados Unidos se reafirmen en su identidad como nación
occidental y definan su papel, a escala mundial, como líder de la civilización
occidental".
¿Cómo se reafirmarían los Estados Unidos en su identidad? Huntington
entiende que el multiculturalismo que agita a los Estados Unidos ha debilitado la
certidumbre de los gobiernos estadounidenses en los valores de la civilización occidental
y que un dualismo entre lo que hacen internamente y lo que imponen externamente hacen
dudar a los componentes de la civilización occidental de las motivaciones de los Estados
Unidos.
Y aquí viene lo del doble discurso estadounidense, o mejor dicho, de
los gobiernos federales de los Estados Unidos. Este país, que practica
la democracia real y que dice querer defenderla a escala mundial, impone en el exterior
gobiernos de cualquier clase, con tal que sean sumisos a las órdenes de Washington, y si
son "hijos de puta", que sean "nuestros hijos de puta" (F.D.
Roosevelt).
En el Paraguay, por ejemplo, los Estados Unidos establecieron la
dictadura proestadounidense desde 1940, y la mantuvieron hasta muy entrados los años
ochenta. Cuando Stroessner dejó de servir a los intereses del gobierno federal
estadounidense, los embajadores de Estados Unidos Clyde Taylor y Timothy Towell lo
derribaron.
Juan Carlos Wasmosy fue sostenido por maniobras realizadas por el
gobierno federal de Clinton a través de Robert Service y Maura Harty se encargó de
destruir la democracia paraguaya en marzo de 1999. Y el gobierno federal estadounidense no
lo hizo para fortalecer la libertad y la democracia sino para seguir manteniendo la
influencia de Mark Jimenez y otros gangsters.
Si la intervención estadounidense fuera para imponer realmente la
democracia jeffersoniana, la Constitución y la ley electoral que la hace posible y
funcional, nadie protestaría, fuera de los eternos partidarios de la tiranía; si los
embajadores estadounidenses cuidaran que los principios que sostienen en Estados Unidos
sean los mismos sostenidos en el Paraguay, la intervención sería bienvenida; pero no es
así sino todo lo contrario.
Con nosotros los paraguayos, como con los ecuatorianos, los
venezolanos, los centroamericanos y ahora los austríacos, el gobierno federal tiene doble
discurso. Quiere "hijos de puta" y "sus" hijos de puta.
¿Cómo podríamos los demócratas liberales, que queremos las mismas
condiciones que tienen los estadounidenses en el area política, apoyar las políticas del
gobierno federal de los Estados Unidos? ¿Cómo podríamos creer en sus muletillas y su
propaganda?
Si el embajador estadounidense es el eje de las tiranías, de la
ilegitimidad y de la usurpación ¿cómo podríamos creer en el juego limpio, el la
democracia como gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo?
Pienso que Huntington tiene razón. La civilización occidental no
prevalecerá si el gobierno de los Estados Unidos no cambia.