¿Por qué se
detesta a los yanquis?
Enrique Vargas Peña
A veces me pregunto si en la soledad de la embajada americana Stephen
Mc Farland y quienes le antecedieron recientemente no reflexionan acerca del por qué
América Latina no quiere a Estados Unidos.
Es un sentimiento constante y uniforme, que viene desde nuestros
orígenes y que dio público al "Ariel" del uruguayo José Enrique Rodó
(1871-1917) y convirtió en santo patrono de América al argentino Ernesto "Che"
Guevara (1928-1967).
Un sentimiento que hace soportables las privaciones más extremas, como
ocurre en Cuba, y que nos anima a las luchas más difíciles, como en Ecuador.
¿No se han preguntado Stephen Mc Farland y sus antecesores por qué,
desde el río Bravo hasta la Tierra del Fuego sucede esto, aún hoy, ahora, con
globalización y todo?
¿No se pregunta Madelaine Albright cuál es el problema?
No se trata solamente de ofensas como la tenebrosa "Escuela de las
Américas", donde los norteamericanos convirtieron a nuestros ejércitos en tropas de
ocupación de nuestros propios países, diestras para torturar y reprimir, pero no para
defender nuestra soberanía.
Se trata de algo más hondo. Es la doble moral que existe en Estados
Unidos con respecto a América Latina.
La moral de los discursos para el consumo interno y la moral de los
hechos aplicados a nuestra región. Morales contrapuestas, incompatibles.
En los discursos, Clinton y sus secuaces se llenan la boca con citas de
Jefferson. En los hechos, reciben dinero de Mark Jiménez para mantener "ambientes
favorables" a sus negocios.
El negocio de Mark Jimenez, un filipino, es vender (durante los
últimos diez años unos trescientos millones de dólares anuales) partes de computadoras
a Paraguay, desde donde se venden a Brasil y Argentina. Más detalles de esta operación
se publicaron en los editoriales de La Nación del 19 y 20 de enero.
Si el "ambiente favorable" exige destruir una democracia,
arrebatar a un pueblo su soberanía, no importa: las contribuciones al partido Demócrata
lo justifican.
Ellos lo hacen así siempre.
Lo hicieron en Nicaragua instalando en el poder por cincuenta años a
esa estirpe que los avergüenza hasta hoy, los Somoza, a quienes Roosevelt llamaba,
cariñosamente, "nuestros hijos de puta".
Lo hicieron en Cuba, sosteniendo a Batista. En Dominicana, en Honduras,
en Guatemala. Lo hicieron en Panamá. Lo hicieron en Argentina, donde el asunto costó
miles de muertos.
Lo hicieron en Venezuela, donde, además, quieren cargarse a Hugo
Chávez. Lo hicieron en Ecuador, donde derrocaron a Abdalá Bucaram.
Y lo están haciendo en Paraguay, todo para que Mark Jiménez pueda
seguir vendiendo computadoras a Brasil y Argentina para seguir llenando con dinero bien
lavado las necesitadas arcas del partido Demócrata norteamericano.
Por si el señor Mc Farland y los suyos no se han contestado la
pregunta del principio, les doy la respuesta: se detesta a los yanquis porque gente como
él, Stephen Mc Farland, viene a sostener a una dictadura para que el señor Clinton
recaude dinero; porque no ve las arbitrariedades debido a que está mirando las
comisiones; se los detesta, en síntesis, porque todos los latinoamericanos sabemos a qué
juegan.